» Frost | El cine independiente: Una nueva mirada | Por Bejla R. de Goldman,
Palalbedrio, Número 2, Mayo 2003
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El largo filme Frost, de tres horas y media de duración del joven realizador alemán Fred Kelemen, nacido en la otrora Alemania oriental, pone en la pantalla la soledad del sujeto y la maldad descarnada del otro. Se ven largas escenas silenciosas en una caminata "entre fronteras" en un país "congelado" realizadas por una joven madre y su hijo de ocho años, que se asemejan al deambular sin rumbo de los sobrevivientes de los campos de concentración una vez finalizada la guerra, habiendo perdido sus familias, su hogar y su patria, no sabiendo hacia dónde encaminarse. De allí el en "entre fronteras" es un mundo que comienza a delimitarse de otra manera tanto geográfica, política, como culturalmente.

Cuando le pregunto a Kelemen a qué se debió tanto silencio, el realizador contesta: "¿cuánto tienen para decirse madre e hijo cuando caminan a través de un campo?". Mi percepción fue ciertamente otra, que cuando la angustia es extrema -y yo como espectadora la percibí todo el tiempo- no hay palabra que nombre a lo Real. Además pienso que el lenguaje de la mirada en este filme, más allá de la intención consciente del director, apela a angustiar – despertar al espectador de igual manera como solía hacerlo el cine de Fassbiender. Y sólo el silencio extremo, sin ningún "ruido" que lo rellene de charlatanerías vacuas y ociosas logra barrar-angustiar al testigo para que éste se apropie y encarne la mirada del artista. Una mirada que según lo expresara Harun Farocki debiera ser política pero no por fuera de la poética para que devenga artística.

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